Siempre quise relatar el día en que me morí...
Curioso como los efectos especiales aunque avanzan cada vez más en las películas y filmes, son realmente menos cercanos a la realidad.
El día en que morí... se me cayó el corazón
Era el día de mi cumpleaños, me había levantado como cualquier día normal, corriendo a la ducha, unos minutos extras frente al espejo para asegurarme que mi cuerpo estaba en óptima condición y mis dientes brillaban sin necesidad de reflejar una luz, revisar que cada hebra de cabello estuviese en el lugar correcto para crear un caos dentro de la perfección. Salí de la casa y me subí al automovil, uno de esos carros de ultimo modelo que la gente señala cuando voy por la calle y tiene la habilidad de extraer magneticamente la ropa interior de las mujeres tontas y falsas y de realmente molestar a aquellas con una pizca de intelecto. Me detuve como siempre en el mismo semáforo que suele jugar conmigo, sin importar la velocidad que vaya me obliga a detenerme justo a tiempo para permitir el paso peatonal y disfruta ver mi cara de frustración al nunca dejarme pasar sin necesidad de disminuir el empuje.
Ahí fue cuando mi día normal empezó a tornarse en un día peculiar.
Uno de esos actores de cuneta, mimos y malabaristas, se acerco a mi y me apunto con su dedo como si fuese un arma de fuego con una expresión maquiavélica y maléfica, siguiéndole el juego levante ambas manos y simule darle mi billetera, el la tomo y la reviso mientras me seguía apuntando, temblando como un drogadicto en la primera noche de abstinencia y con la mirada perdida, tomo mi dinero ficticio y me señalo a el carro, a este punto todos los otros conductores y la gente en la calle fotografiaban mi "asalto" y decidí montar un buen espectáculo, me baje de el automovil con las llaves en mano, se las mostré y las guarde en mi bolsillo interior inferior derecho y le di el rudo pero usual señal de vete al carajo, el dedo medio erecto mientras que sus compañeros todos doblados. El pseudo mimo me ve con una cara extrañada y fijamente a los ojos mientras toma el arma y la guarda entre su piel y la parte trasera de su pantalón, se acerca lentamente a mi y de una caja imaginaria en el suelo saca un viejo revolver de aquellos que se ocupaban en antaño, frente a mi sin que sus ojos rojos y vidriosos se separaran de los mios tranquilos y serenos, tomo la pistola y saco una pequeña bola de metal, un recipiente de estomago de cabra con la cantidad justa de pólvora y una pequeña vara para apretar el contenido de el cilindro de la pistola, me dio todos los elementos y yo lentamente sin quitar mi mirada de el, me agache y apoye mis rodilla derecha al suelo mientras unía todos los elementos para convertir un simple recuerdo, una vieja antiguedad en una imaginaria arma mortal; al haber terminado mi trabajo el mimo saca su arma de nuevo y nos miramos fijamente a pocos centímetros de distancia
retrocedió 2 pasos, con la mano con que sostenía su nuevo revolver .350 lentamente se quito su guante imaginario de cuero y me abofeteo con el riendo y riendo un poco más en silencio, acepte el desafió, su reto era mi nueva misión, me quite mi saco y lo tire sobre el capo de mi carro y me acerque de nuevo a el mimo que deseaba mi muerte y ofendía mi orgullo, con la misma expresión con que lo había insultado yo, con el mismo dedo hizo movimientos circulares para señalarme que nos diéramos la espalda y dar los 10 pasos reglamentarios.
Nos volteamos y nuestros hombros se tocaban, nuestras espaldas, la mía un poco más alta, transmitían electricidad y pasión a cada leve toque que hacia retroceder a el otro... y empezó la caminata, un transeúnte que se encontraba cerca empezó a contar los pasos
1... mi mano empezaba a temblar un poco e intentaba contener la risa
2... la mirada al frente, me pregunto que sentían las personas cuando esto era real
3... ya el sudor se empieza a marcar en la parte posterior de mi camisa, el sol nos acompaña en el duelo
4... empiezo a sentir la mano un poco pesada, mi imaginación le agrega el peso de el arma imaginaria
5... me pregunto que pensará el mimo mientras caminamos
6... ambas manos me sudan y siento como la comunicación de mi cerebro con la de mis pies empieza a fallar
7... que pasará si no gano?
8... las rodillas me empiezan a temblar y el miedo a la muerte real venidero de un arma ficticia me empieza a afectar, nunca he perdido nada
9... tan cerca, tan cerca, quizá deberían de ser más pasos, o esperar un poco más de tiempo
10... ambos nos giramos lentamente con ambos cañones de las armas aún apuntando a el suelo, yo el ejecutivo sudando y nervioso, él el maniaco con sed de sangre subjetiva.
Ahí nos vemos, esperando como en el viejo oeste a que el primero haga el movimiento inesperado y ambas manos apunten a el corazón esperando acabar con el espíritu de el oponente, en el momento más impreciso e indeseado un carro pasa rápido junto a nosotros sonando el claxon y mi mirada se desvía por un cuarto de segundo como reflejo humano y ahí fue donde el mimo aprovecho la oportunidad, levanto la mano a la misma velocidad que mi pero con una ventaja de milisegundos, vi como disparábamos casi al mismo tiempo pero su cuerpo ya esperando mi intento desesperado de la justicia de el empate ya ha saltado hacia atrás y la bala que iba perfecta mente a colisionar con su corazón se va de paso y termina en un poste
mientras que su bala, más moderna, más precisa, más certera me golpea con la fuerza de 2 elefantes en el pecho y me saca volando por los aires 2 metros más allá de mi posición inicial. Estoy en el suelo y lentamente cierro los ojos para ver como toda las personas reunidas en el lugar aplauden al héroe muerto que desafió al ladrón desesperado y murió en el intento,
me han matado y mi espíritu fue destrozado, mi corazón aún late pero ya es lo que la física/química definen, un músculo involuntario y nada más.
Ese día me levante, le di las llaves de mi carro al mimo y camino por la vida buscando a alguien que me diga, como recuperar mis ganas de vivir.
Ese día mi corazón imaginario, aquel que sobrepasa las barreras de lo real y se convierte en lo intangible irreal, se me cayó.
Cuento para Karen Massana.